sábado, 11 de abril de 2015

"El mejor enemigo": Capítulo VII.

Salió del colegio, era un día sin motivo, llovía poco pero hacía de ese frio que te penetra y te hace sentir solo, donde el frío entra y te quema tus tres almas, sobre todo la concupiscible, Baker iba perdiendo su alma pura por culpa de la realidad que vivía y que la madurez trataba de entrar a presión en sus células.

Caminó, tranquilo, con la mano en el bolsillo, con un audífono en una oreja, con la típica postura de alumno salesiano, avanzó paso por paso, su espalda inclinada hacia adelante , posición al viento helado que tenía preso a Arturo, preso en una cárcel de pensar basura, de tener un futuro incierto, de una pena inevitable, esa pena que sabía que iba a venir pero se negaba a aceptarlo, el hecho de dejar a Amanda por irse a estudiar una carrera le partía el alma. -‘’Es mi futuro’’ se dijo a sí mismo, -´´incertidumbre de mierda’ , se gritó para sus interiores, tomo el colectivo y regreso a su casa.
Puso la llave en la cerradura y sintió el mismo olor de todas las noches, ese olor que solo sale con la ausencia del padre, un olor a transpiración y a sabana desgastada en tres respiros entró a la pieza principal y ahí estaba un desconocido con cara de recién pagado en algún trabajo mediocre, su madre en la ducha quitándose la culpa y dándosela al mundo, aquel vejete miro a Baker y sonrió irónicamente

-‘’Vete de mi casa’’, le dijo Arturo con un tono seco, mientras abría la puerta.
-‘’Tu madre…, tu madre es una Diosa, le respondió con una voz con sabor a alcohol y con olor a soledad.

Arturo se dejó llevar por sus hormonas, tomo al viejo, lo zamarreó, lo golpeó en el mentón y lo tiró hacia la mesa de centro que era completamente de vidrio, acto seguido, el anónimo se paró y a duras penas tomo un vaso, esforzándose lo tiro en la cara a Baker, reventando el vidrio contra su frente llena de granitos rojos chicos, Arturo se puso inmediatamente la mano, corrió a él, llorando y comenzó a darle patadas, por todos lados, por donde cayera el pie, lloraba, pateaba, lloraba, pateaba, el viejo las recibía como si se las mereciera, en eso sale su madre de la ducha y ve la escena, la triste escena que estaba ocurriendo en el living de su casa, el living donde se escondían huevitos de pascua, donde se tomaban las fotos familiares, donde se recibían visitas, ahora estaba hecho un recuerdo vacío, un espacio negro en la biografía de la familia. Arturo sintió ese perfume, ese olor asqueroso de tabaco y fresas, miró a su madre y tranquilamente salió de su casa, se sentó afuera y comenzó a vomitar, mientras lloraba y estornudaba, todos sus problemas en el colegio y en su hogar se estaban convirtiendo en malestares físicos. ‘’Ella la estudiosa’’, ‘’homosexual’’, ‘’escoria social’’, ‘’ lacra’’, ‘’hijo de Eréndira’’ ahora eran estornudos de sangre y mocos,
 Allí estaba Arturo tirado con su pantalón gris  perla, manchado con sangre pura y con sangre llena de malos hábitos, con vómito y con tierra del jardín, yacía el niño prodigio de la generación del ‘’Salinas’’.

Luego un pitido se apoderó de él, volvió al presente, se sacó los audífonos y bajó del bus que lo traía,  Punta Arenas era una ciudad de luz, el director del Liceo San José era el mismo7 que el Instituto Don Bosco,  para ocultar lo sucedido hace 3 años, para que nadie se pasara por la mente la existencia de túneles y de cursos ocultos, Mauro Vial, ya un viejo experimentado lo esperaba en la silla de Rectoría. Baker camino por el pasillo de media, ahora repleto de cámaras y lleno de envoltorios de alfajores de 100, las salas en vez de tener olor a axila y fútbol, tenían olor a cigarro. Pasaba volando el año 2018, los recuerdos y visiones rápidas de su adolescencia, las bromas con Fabián, la pelea con el viejo que suprimió en su mente y por último la visión del pasado de aquel día donde vio morir lo que nunca debió ver expirar, comenzó a sudar y la sensación de fatiga comenzó a apoderarse de su mente y cuerpo, cuando una voz ronca le dice: ‘’ ¿Sabías que hay recuerdos con emociones tan fuertes, que al momento de recordarlas, nuestro organismo experimenta lo mismo que sintió aquel día?’’. Arturo miró a Mauro,  profesor jefe de la generación imaginaria, lo miró a los ojos y sudando le dijo. ‘’-Tú lo sabias’’, apenas terminaba de decir eso cuando sonó la campana del recreo, toda la media bajo a fumar un cigarro al patio y los niños pequeños a compartirse vidas en un juego de acertijos online, Arturo se fue corriendo, el Sr. Vial le gritó: ‘’No te metas donde no debes, saldrás perdiendo, como siempre, Baker convéncete que tú también deberías haber estado allí’’, Arturo se dio una vuelta en 90 grados, sus hormonas iban a reaccionar como cuando tenía 15 años, pero una imagen solida de Amanda para al frente de él, lo detuvo, el tiempo se congeló, los niños se congelaron, volvieron a ser juguetones y gritones, los balones se elevaron en el patio, los gritos de los alumnos eran como los de antes, Amanda estaba allí, mirándolo fijamente, sintió ese olor, un aroma que lo envolvía, que lo hacía flotar en una incertidumbre, la misma incertidumbre que temía a los 15, Amanda fijamente, con paso natural, con un ímpetu majestuoso, se acercó lentamente y le dijo: -‘’Te esperaré al final del túnel’’.

Baker volvió a su cuerpo, por un balón que rebotó en su cara, no habían pasado más de 10 segundos, Mauro aún estaba gritándole y diciéndole que no se metiera allí. Arturo salió corriendo, tomo su moto y fue al cementerio, grande fue su sorpresa cuando sus ojos contemplaron las puertas centrales abiertas, sin motivo, los hermosos árboles estaban quemados y la tierra estaba como su un camión hubiese sembrado semillas de basura, Baker corrió con dificultad, la imagen de Amanda aun la tenía viva en su mente, entro al mausoleo, pero no había nada, estaba totalmente restaurado, no había nada que hacer, para recuperar el pasado, el pasado que él creía inservible, ahora era su medicina para evitar su desolación, sentado lloraba, gritaba y rasguñaba las paredes tal como si 30 personas estuviesen dentro de él.
  
Punta Arenas era una cuidad de luz, quizás era por el soleado día, era como si todos los veranos del mundo se hubiesen juntado, Arturo miro la entrada con nostalgia, ‘’Hogar de Cristo’’, abrió la puerta, giro hacia la izquierda e inmediatamente lo vio, él estaba sentado solitariamente, armando una mesa de Ajedrez, entró y lo abrazo, era su Padre que ahora estaba totalmente solo, ya que su madre se fue con otro viejo a su ciudad natal, se abrazaron, se contaron historias, revivieron heridas y recuerdos, mientras los alfiles y los caballos peleaban, él recordó lo de Amanda y Fabián, sucedido hace al menos unos 10 años.

Le contó todo, incluso que Fabián le había amenazado con su escopeta, su papa movió un peón, también le contó todo lo que sufrió con la muerte de Amanda, su padre mató la reina de Arturo en 2 segundos y finalmente le contó que Fabián murió afuera del colegio de sus amores, con el libro de clases tratando de ocultar un amor, un recuerdo y una historia de 29 fracasados que Fabián creía que podían ser competencia para el amor de Amanda. Su padre le miró a los ojos y le dijo ‘’ Jaque Mate’’.
Fin.

"El mejor enemigo": Capítulo VI.

La cabeza de Arturo estaba ahora llena de recuerdos dolorosos. Luego de hablar con Fabián, todo lo que había tratado de omitir, lo que había tratado de no sentir, estaba ahora más latente que nunca. Fue por eso que decidió volver a la casa de su padre, para estar un momento en calma, para estar solo y prepararse para dejar ir al único amor que se permitió tener y luego desperdició.
Sus pisadas resonaron en el pasillo, cada vez más cerca de su habitación, su expresión era una mezcla de cansancio, sorpresa y pesar. Sólo deseaba haber tenido la oportunidad de verla una vez más, de decirle que no la abandonó por que no sintiese nada por ella, sino que fue algo que tuvo que hacer.

Mirar sus ojos una vez más…
Arturo tomó su bolso y buscó en éste,  lo único que atesoraba con recelo: un álbum de fotos.
Necesitaba sentirse en el pasado una última vez, recordar cuándo era feliz, antes de dejar ir todo ese antiguo mundo y no volver a abrazarlo nunca más.
Fabián y él cuando eran niños, su primera bicicleta, su licenciatura. Estas eran algunas fotos que le hicieron sonreír de repente mientras que su garganta se tensaba en un intento de reprimir el dolor. 
Se detuvo abruptamente en una fotografía, que estaba fuera de las páginas, puesta allí en el último momento.  Era una foto que tomaron antes de su partida, en la que estaba con Fabián y Amanda. En la escena, estaba él, con sus maletas, saludando a la cámara, mientras que su mejor amigo y su gran amor estaban parados detrás de él, un poco afectados por la despedida.
Amanda estaba junto a Fabián, mientras que éste le rodeaba los hombros con sus brazos. Al examinar esa escena con más detalle, Baker notó algo que no había visto jamás, y no lo hubiera hecho, si es que no estuviese tan afligido por la muerte de la joven.  En la foto, Amanda parecía llena de repulsión e incomodidad. Pero no era gracias a la despedida, sino por el simple hecho de estar apresada por el abrazo de Fabián.

Allí fue cuándo se dio cuenta.
“Hubiera hecho lo que cualquier hombre haría”, recordó. Y con la mano empuñada en la fotografía, cayó en la idea, de que la persona en la que más confiaba, le había traicionado mucho más de lo que él pensaba. Fabián ahora no era sólo un traidor, sino que también; un asesino.

Salió disparado del bar. Necesitaba desenmascarar a quien había provocado toda la desdicha y tristeza que estaba sintiendo y que había estado sintiendo durante el último período de su vida.

Trató de ir en su motocicleta, pero esta no funcionó. Alguien había cambiado el aceite y no lograba funcionar. Se le hizo extraño, pero su mente no alcanzaba a razonar ni analizar lo que pasaba. Tenía un único propósito en ese momento, y nadie lo detendría.
Le tomó media hora en  llegar al cementerio, entre lo que había corrido y lo que había caminado luego de que se cansó. Planeaba volver al túnel, tomar las fotografías e ir con la policía, para que se diesen cuenta del plan enfermizo del que había sido su amigo.
La tapa  permanecía dónde la había dejado la última vez, en el suelo, junto con la estatua del ángel encerrado entre cuatro árboles.
Se sumergió en la oscuridad, tanteando las paredes hasta que dio con lo que parecía ser las fotografías y las notas del asesino. Ayudándose con sus propias uñas, arrancó todo, sin importar que algunas se rompiesen y se apresuró a salir de ese túnel, para seguir con su acto de “justicia”, como lo comenzó a llamar en su mente.

Ya había salido del túnel cuando se aproximaba a su motocicleta, pero una voz familiar le detuvo, una voz que él en el fondo deseaba oír. “Detente o no respondo de mi” —dijo Fabián con un tono de voz que Arturo jamás había oído, mientras lo apuntaba con una escopeta.
Arturo reconoció la escopeta de su padre,  la ira y el valor en un sentimiento enlazado recorrieron su ser, y en un impulso bestial se abalanzó sobre Fabián, con el propósito de quitarle la escopeta. Forcejearon y se empujaron, chocando contra las pequeñas piedras del suelo, hasta que Baker logró tener el mando de la situación y sujetar el arma contra su ex mejor amigo.

— ¿Qué hiciste? —Le preguntó con rabia, imaginándose cuál sería la respuesta, mientras que le apuntaba con el arma.
— Si yo no la tenía, nadie debía hacerlo. ¡Tú la despreciaste!, ella tenía que ser mía… TENÍA QUE SER MÍA.
— ¡Estás completamente enfermo, Fabián!

— No, no lo estoy… Era mi plan… Un plan perfecto… —Dijo Fabián, con una rabia latente en su mirada, observando con detenimiento el cielo anaranjado sobre ellos. — Y ahora voy a terminar lo que comencé, porque me falta sólo una equis por completar… La más importante de todas. —Concluyó de manera lenta, recogiendo un libro de clases tirado junto a él, para abrirlo en la mitad, dónde estaba la lista de su clase, todos los nombres tachados con lápiz rojo, excepto uno: Arturo Baker.

En un ataque de fuerza inesperada, Fabián se abalanzó contra Baker, tratando de golpearlo en el rostro o sujetarlo de su ropa, cualquier cosa que le ayudase a volver a tomar el control. Pero algo sucedió. ..
Junto con todo el forcejeo, Baker apretó por accidente el gatillo, ensartándole un disparo a Fabián, que le llegó entre el muslo y el lado izquierdo de su abdomen. Un grito seco se escuchó, junto con el estruendo del disparo, y luego, nada más.

Arturo soltó la escopeta,  y fue hasta dónde el contrario, impulsado por la culpa de que quizás le había quitado la vida, a una de las personas más importantes de su pasado.  Trató de ayudarle, de decirle que llamaría a una ambulancia y lo llevaría al hospital, pero Fabián sólo le maldecía y se alejaba de él como podía.

Baker sólo observó cómo el que había sido su mejor amigo, se colocaba de pie, adolorido y rabioso, con mucha dificultad pero con decisión,  para luego tomar el libro de clases, y ponerse a caminar de manera rápida, como si no quisiese que nadie lo viera nunca más, cojeando de un lado a otro.

Luego Baker se enteraría, de que la huida de su amigo sólo duraría unas cuadras más, en dónde se desplomaría junto a su antiguo liceo en la calle Fagnano, y le encontrarían al borde de la muerte. 

"El mejor enemigo": Capítulo V.

Su celular vibró, era una mañana soleada que estaba muriendo con la llegada del medio día, Baker despertó asustado, el tono de su celular lo aterraba, no sabía porque y se aterró más cuando vio los mensajes de la madre de Fabián, la llamó inmediatamente y ella le contestó llorando, Fabián estaba tirado en la pileta de la plaza Sampaio cerca del Instituto Sagrada Familia, le faltaban sus uñas producto de haber estado rasguñando el suelo, trataba de ocultarse de alguien o algo. Arturo llegó, lo levantó, lo llevó a casa y lo bañó. –‘’Aún tienes esa empatía de hermano, hermano de otra madre’’. – Arturo lo miró con sospecha y odio, no le respondió, pero fue el mismo Fabián quien le activó la mente cuando le susurró: ‘’Tú tenías la vida lista, lo tenías todo, no como esa manga de idiotas, ¿no crees, Turito?..”

“Turito”, repitió Arturo en su mente, hacía tanto que no escuchaba que se refiriesen a él con ese apodo. Sintió una opresión en su pecho. Esa palabra derramó sobre su frágil e inestable mente,  una ola de recuerdos que había tratado de ignorar.
Interminables charlas, juegos, besos y caricias se arremolinaron en su cabeza y en su corazón, como pequeños rasguños bañados con alcohol, que volvían a doler como la primera vez, todo gatillado por la voz intermitente, de Fabián.
Arturo lo tomó del pelo y le dijo: ‘’Que hiciste con ella, ¡poco hombre!’’ y Fabián sonrió y le dijo: ‘’Hice lo que cualquier hombre haría’’.

Era esa madrugada que todo joven sueña, ese periodo corto de tiempo donde sales a la vida a través de un terminal aéreo, Arturo viajó ligero, solo una polera marca Elvo Hilfiguer  negra y una parca roja,  se encaminaba hacia lo que no sabía, una carrera de derecho. Todos los factores de su vida lo motivaban a irse lejos y no volver a pisar el viento nunca más.

-‘’Pasajeros de Lan y de la alianza OneWorld, le damos la bienvenida a la tripulación del vuelo 291 con destino a la ciudad de Santiago, por favor presentarse a la puerta de embarque número 3’’. Arturo escucho eso y miro a Amanda, miro sus labios rojos y su pelo desordenado, miro a Fabián y a todos sus recuerdos, una lagrima corrió por las mejillas de Turito y cuando llego el momento de ver a su Papá, rompió en llanto, su mala niñez de repente se convirtió en los años más felices su vida, abrazos y llantos, besos y un  ‘’te amo’’ totalmente sincero que salió de Arturo, acto seguido, un beso finalizo la relación que unió sus destinos por mucho tiempo. Cuando el vidrio separo los labios y las almas, Arturo emprendió el viaje y comenzó con su sueño, Fabián y Amanda trataron de ver el avión despegar pero la intensa niebla de las 4 de la mañana no los dejó ver a su amigo irse, quizás para siempre. Fabián estaba feliz por dentro, pero lloraba por fuera, Amanda al fin podría ser suya, Amanda sabía, lo sabía por su instinto femenino pero solo lo ignoraba, pero tenía miedo, había una gran diferencia entre Fabián y Arturo, el primero respectivamente era demasiado apasionado y hasta obsesivo con las cosas que hacía, ella lo sabía, lo conocía de primero medio.


Pasaron semanas, cuando Fabián llamo a Amanda, la cual había pasado semanas estudiando, subrayando y destacando libros de PSU lenguaje y matemáticas, pero en sus ratos libres extrañaba olor a Arturo, su temple, sus almas, su sonido al llegar a su casa, su ánimo, sus tallas, sus anécdotas curiosas que solo le ocurrían a él por inexperiencia y curiosidad, alguien toco la puerta, igual como lo hacía Baker, Amanda corrió y abrió, sus ojos vieron a Fabián con una pizza para precalentar y la saga de Rápido y Furioso de la 1 a la 3, Amanda estaba y se sentía tan sola, que le dijo que sí y le dijo que sí muchas veces, a fiestas, paseos, lo iba a ver a los partidos de Fútbol, lo ayudaba en su pre universitario, hacían todo juntos, Fabián lo hacía porque la amaba y estaba en las nubes cuando ella accedió a sus ideas a diferencia de Amanda que solo lo hacía para rellenar un vacío enorme en su pecho y ayudar a Fabián a tapar ese vacío de mejor amigo que ella creía que sentía. 

Un viernes por la noche, salieron a bailar, sonaban unas canciones de Daddy Yankee, luego unas de 50 cent y cuando el Dj soltó las pistas de Dj Tiesto la gente se volvió loca, saltaban y brincaban, estaban desatados, bailando y bebiendo como si no hubiese mañana, cuando en la euforia de la música un tipo tomó a Amanda y la saco a bailar, Fabián se dio cuenta de esto y fue con los puños cerrados hacia donde estaba el desconocido bailarín y lo golpeo directo en las narices, el staff de seguridad lo sacó a patadas a los 5 minutos y Fabián termino tirado, sangrando en Bulnes, Amanda salió corriendo, se sentó al lado de él y con una mirada maternal le limpió la cara, despacio, Fabián le tomo la cara con ambas manos y le dijo: ‘’Ami, te amo con el alma’’ , Amanda se apartó asustada, Fabián se paró y dándose cuenta del rechazo le gritó ebrio: -‘’ámame, ámame, ámame, por la mierda’’ Amanda, lo empujo y le replicó: ‘’¿Y tú crees que puedes llegar y destruir todo lo que hice con Arturo, imbécil?, ¿Crees que porque se fue, puedes meterte conmigo así como así?, yo solo soy tu amiga Fabi, adiós… 

Fabián corrió detrás de ella y termino en el puente del río de las minas solo y gritando: -‘’SI NO ESTÁS CONMIGO, NO ESTÁS CON NADIE’’. Lo repitió hasta que caer, consumido por el alcohol y la pena inevitable de estar solo, totalmente solo, lo que lo volvió un loco despechado, desconfiaba de todos, creía que todos estarían con Amanda, sospechaba de todos y solo se fue apartando de la sociedad, quedando totalmente aislado.

viernes, 10 de abril de 2015

"El mejor enemigo": Capítulo IV.

Al día siguiente fue un dolor de cabeza sin igual el que despertó a el pobre Arturo, además se sentía un poco mareado, se levantó y se dirigió en busca de algún medicamento  o algo que le aliviará el malestar que sentía,  un poco arrepentido de todo lo que había tomado junto a su padre se tomó el primer medicamento que encontró . al cabo de un rato se dio cuenta que no había nadie en su casa y decidió salir en busca de un lugar para almorzar, pero antes de todo eso, se duchó y se vistió para que no se le notara tanto el estado en el que se encontraba. 
Salió de su casa y se encontró con que su moto estaba sin bencina , por lo cual decidió tomar un taxi y dirigirse hacia el centro de la ciudad,  llegando al centro se encontró con casi todo cerrado ya que era bastante tarde, sin duda se demoró más de lo que esperaba,  es por esto que se fue al Kiosco Roca  uno de los lugares en que Arturo visitaba con bastante frecuencia cuando era pequeño. Al llegar al lugar se puso algo nostálgico ya que todo estaba tal cual como el recordaba, además lo atendió la señora, la cual siempre se encontraba cuando iba a ese lugar, hizo su pedido de siempre el cual consistía en una leche de plátano y sus dos choripanes, feliz de haber sentido el mismo sabor de cada una de las cosas, regresó a su casa en donde ya se encontraba su padre y comenzaron una grata conversación de como estuvo el día de cada uno.
Al cabo de un rato se dio cuenta que ya era de noche y que el día se le estaba acabando , comenzó a pensar en todo lo que había hecho con su amigo Fabián cuando eran jóvenes y le pidió a su padre que por favor lo acompañe a llenar el estanque de su moto a una bencinera, su padre muy amablemente le dice que sí y se van con dirección hacia la bencinera más cercana, en esos momentos Arturo le comenta a su padre lo mal que se sentía porque Fabián no se encontraba en la ciudad y también porque nadie sabía dónde se podía ubicar. Su padre muy cariñoso le da consejos sobre lo que debía pensar y hacer para poder encontrar a su amigo, en ese momento ya habían llegado a la bencinera, luego de llenar el bidón para ponerle gasolina a su moto, emprenden el camino de regreso al bar, una vez ahí le dice que saldrá a recorrer la ciudad para poder apreciarla de noche y también para pasar un momento agradable pensando en su vida.
Al recorrer las diferentes partes de la ciudad en su Harley decide hacer una parada en un bar muy conocido en Punta Arenas, el Bar Bulnes ubicado en una de las principales avenidas de la ciudad. Ahí bebió un vaso de ron blanco muy lentamente, acto seguido comienza a recordar pasado, lo primero que le vinó a la mente fue el gran amor que construyo con la difunta Amanda, tema que aún no superaba y decidió acabar su vaso y salir del bar en busca de otro destino en aquella fría noche de otoño.
Al encontrarse en avenida Bulnes decide ir a apreciar el monumento “El Ovejero”, es entonces ahí cuando se le vinó a la mente una de las cosas que había hecho ahí con su gran amigo Fabián. Recordó cuando salieron a recorrer la avenida Bulnes un sábado por la tarde cuando tomaron café y además comieron muchos chocolates de camino a casa de Fabián, también se acordó que ese día habían jugado al fútbol en las orillas del monumento junto a su amigo. Al poco tiempo después de haber estado harto rato sentado en el monumento se retira en busca de su moto para ya dirigirse a su casa.
Cuando llegó a casa se encuentro con alguien que no esperaba encontrar, su madre, estaba sola. Arturo al ver que su madre se encontraba sola decide conversar sobre todas las peleas que había tenido con ella y le pregunta porque motivo se generaban esas peleas, su madre le responde que ella solo lo quería cuidar y por eso le decía aquellas cosas, Arturo le respondió que él ya era una persona bastante adulta para poder cuidarse solo y que no necesitaba de sus consejos. Su madre muy triste le pregunta porque le contestaba de tal manera  y él responde que se sentía bastante maduro y que realmente no necesitaba esos consejos. Ella rompió en llanto, ya que Arturo había cambiado, sin duda no era el que ella recordaba su hijo no era de los que faltan el respeto o de responder a las personas mayores, porque la educación que ella y su exesposo le dieron fue muy a la antigua, le enseñaron muchos valores básicos y le exigían a ser una buena persona. Arturo al darse cuenta que su madre se encontraba llorando decide preguntarle porque esta así y su madre le cuenta todo lo que sentía en aquel momento. Arturo la escucho atentamente, le llego al corazón y también se puso a llorar y de paso recordó todo lo que estaba viviendo en ese momento. Le contó a su madre que se sentía vacío y perdido y que por favor lo perdone, ya que se sentía muy mal por todo lo que le había pasado a Amanda además le cuenta a su madre algunos momentos maravillosos que había vivido con Amanda. El primer recuerdo que le cuenta a su madre es cuando con Amanda se dan su primer beso, el cual fue en el cementerio y él recuersa que con Amanda iban a ver a un tío de ella que había fallecido hace poco, en aquel día había mucho frío y el abraza a Amanda, en ese momento mientras Amanda y Arturo se abrazaban muy románticamente Arturo se acerca con su rostro al rostro de ella y es ahí cuando Amanda y Arturo se besaron por primera vez en aquel helado día de julio. El segundo recuerdo que le vino a la mente fue cuando estaba en el parque Don Bosco el cual se ubica en la unión de Avenida España con Avenida Bulnes, ahí Arturo o más bien “turito” como Amanda le decía de cariño a él, le pide pololeo y Amanda sonrojada le dice que se sentía muy segura con él y que lo quería mucho. Su madre al terminar de escuchar a Arturo le da un gran abrazo y le dice que mejor no recordara esas cosas porque lo hacían sentir mal y que este más tranquilo porque ella estaba a su lado. Arturo al sentirse acogido en los brazos de su madre deja de llorar, pero al irse a acostar se pone muy pensativo y de nuevo se coloca a llorar en su cama, en donde se queda dormido después de tanto llorar.


"El mejor enemigo": Capítulo III.

Arturo en vez de huir asustado por el ruido, prefirió buscar de dónde provenía  y de quién se trataba.  Al final del túnel ve la silueta de un hombre de una estatura promedio, el cual iba corriendo hacia la salida del túnel con la clara intención de escapar, Arturo desesperado por la situación corre en esa dirección llegando a la salida del túnel, pero no encuentra a nadie. Se tardó varios días en entender el significado de los cuadros tachados que se encontraban en ese misterioso y terrorífico túnel.

Pasaron semanas de ese horrible episodio vivido en el túnel, en donde Arturo buscó por cielo, mar y tierra a Fabián, ya no tenía rencor por lo vivido anteriormente y ahora sólo le importaba saber si tenía alguna información sobre la muerte de Amanda y el porqué de su ausencia a su funeral, siendo una persona cercana a ella.  Los padres de Fabián le dijeron a Arturo que vieron muy afectado a su hijo después de la muerte de Amanda, por lo que decidieron mandarlo de viaje a México, así se podría distraer y salir de ese ambiente tan depresivo en que ellos lo veían.  En ese momento era tanta la urgencia de Arturo por saber algo de Fabián y hasta se le había pasado por la cabeza que tenía algo que ver con la muerte de su gran amor, pero lo pensaba bien y sentía que era imposible, ya que Arturo lo conocía lo suficiente para saber que Fabián sería incapaz de cometer algo semejante.

Baker comenzó a creerse detective reuniendo todas las pistas que tenía, desde la época del colegio hasta la muerte de Amanda, pero  no conseguía ningún culpable ni cercano a eso.  Sin embargo, Arturo no se daría por vencido y se había comprometido a no descansar hasta saber el porqué de los cuadros, quién construyó los túneles y el enigma de la muerte de Amanda.

Ya había pasado un mes desde que había ido donde los padres de Fabián, cuando de pronto tocan la puerta de su casa y al abrir ve a la mamá de Fabián destrozada y con los ojos llorosos, él inmediatamente la hace pasar y le pide que le cuente que ha pasado para que se encuentre así, ella se tranquilizó por un rato y le contó que Fabián debió haber llegado a Punta Arenas hace tres días, pero no tenían ningún rastro de él, sólo sabían, después de averiguar en el aeropuerto, que si llegó a Punta Arenas el día indicado, pero no llego a su casa esa noche. Arturo acompañó a su madre a buscarlo por toda la ciudad en su moto.  Pasaron todo el día buscando y después de haber recorrido todos los rincones de la ciudad, fueron a dar aviso a los carabineros. Arturo fue a dejar a la madre de Fabián  a su casa y le pidió que cualquier noticia que tuviera le avisara. Él no se atrevió a contarle la posibilidad que Fabián se encontrara en el túnel, ya que él tenía la intención de ir solo, y así hablar con él muchos temas pendientes. Arturo llegó a la entrada del túnel pero se encontró con la sorpresa de que no había ningún rastro.  No podía creerlo, si hace un tiempo atrás estuvo allí adentro, no entendía como ahora no existía aquel túnel, se comenzó a interrogar de por qué no sacó los cuadros en aquel momento y así tendría pruebas concretas de que alguna vez estuvo allí adentro, ya que después de salir ese día del túnel, no fue capaz de contarle a nadie ya que los demás lo tratarían de loco y ridículo.

Arturo con lágrimas en sus ojos se va del lugar, se subió a la moto y se fue en busca de un lugar donde pudiera sentirse relajado y así poder reflexionar. Tomó la costanera y se fue en dirección al sur, recordando que cuando era un niño, sus padres lo llevaban a Fuerte Bulnes, un lugar turístico e histórico muy conocido en la zona austral, en el cual Arturo tenía muy lindos recuerdos.  Al cabo de una hora, llegó al lugar, éste se encontraba tal como la última vez lo había visto, que fue cuando tenía 11 años.  Estacionó su moto en la entrada y saltó la reja del lugar, ya que en la noche el recinto era cerrado y no quedaban cuidadores por el extremo clima de aquella región. Arturo se sentó mirando hacia el mar y lo ataco una gran nostalgia, recordando las veces en que corría todo ese lugar de la mano de su papá y mamá.  Luego de dormir unos quince minutos, Arturo soñó que encontraba a Fabián en la entrada del túnel pero éste poco a poco se fue desintegrando, luego de esto, Arturo no pensó en otra cosa de su antigua amistad con Fabián.  Se le vinieron a la cabeza todas las travesuras que hacían juntos en el colegio, cuando le hacían bromas a los vecinos de la familia Baker y después salían corriendo para que no los pillaran. Después de un largo rato recordando momentos con Fabián, Arturo vio su reloj y pensó que ya era hora de irse a dormir, para mañana seguir buscando a Fabián y terminar con la angustia de sus padres.


Arturo llegó a la casa de su padre y éste se encontraba solo tomando un trago en la barra, por lo que se quedó acompañándolo y tomaron toda la madrugada hasta embriagarse. Se divirtieron tal como lo hacían antiguamente, contándose chistes y enseñándose mutuamente trucos de magia, y tanta fue la distracción en esa noche, que Arturo no tuvo tiempo de contarle por todo lo malo que estaba pasando en aquel momento. Alrededor de las 5 de la mañana se terminaron la botella de whisky que tanto les gustaba a los dos y se fueron a acostar.  Cuando Arturo estaba acostado comenzó a escuchar unos ruidos al lado de su ventana y temía a que fuera un intruso. Finalmente se dio cuenta que eran unas ramas que chocaban con su ventana y su borrachera le había hecho imaginar cosas.

miércoles, 8 de abril de 2015

"El mejor enemigo": Capítulo II.

Pequeños rayos de luz se asomaban por las persianas, reflejándose en las paredes casi como pequeñas luciérnagas matutinas dentro de la lúgubre atmósfera, propia de aquella diminuta habitación, en la que Arturo se encontraba. El cielo se había mantenido tan calmado, tan apacible, que casi parecía que le estaba dando la bienvenida; diciéndole: “es bueno tenerte de vuelta en casa”. Desafortunadamente, el pequeño Arturo, en efecto,  resultaba ya  no ser pequeño, y sin sentirse de la manera en la que lo hacía en los viejos tiempos.  Todos los paisajes, rostros, gestos e incluso sonidos, no se sentían como su hogar, sino como un viejo recuerdo. Como una fotografía llena de polvo, que acababa de encontrar dentro de una caja de recuerdos, que se había esforzado por mantener debajo de la cama.

El joven castaño se encontraba en la misma posición con la que se había dormido. No se movió un centímetro, no se levantó, no sentía deseos de hacerlo. Sus músculos estaban demasiado relajados para todo eso, sin saber, si era porque éstos estaban extremadamente exhaustos por el viaje o si estaban realmente descansados, gracias a la maravillosa “siesta” que había tenido.
Lo primero que estuvo en contacto con el frío suelo de madera casi añeja; fueron sus pies. Acarició su cabello de manera perezosa, mientras que sus ojos se acostumbraban a la luz del día y escapó de las cálidas sábanas, para dejarse invadir por el frío meramente invernal, tan característico de la zona austral de Chile.

Desempacó de su bolso, el traje negro que había traído, era un negro bastante oscuro, sin líneas de costura que le dieran contraste, sino que era algo sobrio y uniforme. Por un momento, se sintió tonto al haberlo traído así, sin planchar y en un bolso, a la intemperie del clima. Pero, si algo era parte de la esencia de Arturo, era aquel aire desinteresado y desastroso que siempre llevaba, e incluso, que se notaba en sus trabajos de la universidad o en su propia casa.

Una vez vestido, fue sin demora al cuarto de baño, el de la parte posterior de la construcción, no uno de los del bar, ya que normalmente, esos no eran muy agradables a la vista, o en realidad, a cualquier sentido que pudiese acercársele. Cuando observó su reflejo en el espejo, fue cuándo se dio cuenta de su desdicha. Se veía pálido, desganado, con una barba algo enmarañada y ojos irritados, rodeados con la capa fina de piel algo rojiza constituyendo unas ojeras que parecían de no haber dormido en un mes completo. 

Tan sólo al verse, se dio cuenta de algo que intentaba evitar: no estaba listo. No estaba listo para despedirse de su gran amor —aunque nunca haya sido suyo por completo— el que le había elevado y luego perseguido durante años, con el recuerdo palpable de la traición, como una incómoda quemadura en la piel de su pecho.
Juntó valor durante varios segundos. Caminó de una esquina a otra de su habitación, como si eso le ayudara a tener una convicción más fuerte o un humor inquebrantable.
Finalmente, terminó por tomar su billetera, sus llaves y salir al encuentro de su motocicleta, su fiel compañera, que le llevaría ahora, a despedirse de una de las personas  —quizás la única persona—que había amado, en exceso.

Todo el trayecto se le hizo bastante corto, lo que era lógico. Las cuadras de Santiago, en proporción a las de su ciudad natal, rebasaban cerca del triple en cuánto a extensión. Estacionó su camioneta, deseando en su interior, que algo fallase, que hubiese alguna coincidencia o incidente inoportuno, que le hiciese dar la vuelta y no tener que enfrentarse a su pasado una vez más. Sin embargo, todo iba como debía ser. En menos de cinco segundos, se encontraba frente a las grandes puertas del cementerio, cada una cincelada con tanto cuidado, que cada vez que las miraba, creía descubrir figuras diferentes, así como en cada inscripción o estatua.

Apenas pisó las pequeñas piedras que cubrían el suelo de todo el recinto, se sintió abrumado por la característica atmósfera de los funerales: personas agobiadas, padres tristes y desconsolados, uno que otro llanto, conversaciones sobre la “bondad infinita” de las personas que ya se fueron, entre otros tantos signos o cávalas. Recordó que alguna vez había leído por allí que “los funerales son para los vivos”, y por un momento, sintió el sentido completo de esa frase. Y en esencia, era verdad. Los funerales no son para los muertos. Ellos se van a un lugar mejor, sin peso en sus hombros, sin males que curar, sólo suben hacia un mundo mejor. En cambio, las personas que se quedan, necesitan cerrar un ciclo, despedirse de aquello que no volverá.

Una mirada entre la multitud le distrajo de sus pensamientos. Era una mirada dura y profunda, que alguna vez le había visto de una forma diferente, más cálida y llena de camaradería. Era Fabián.
No supo por qué, pero Baker se apresuró a alcanzarle, sin importar que varios metros y muchas personas los separasen.  Caminó con firmeza, tratando de evadir a cualquier otro ser humano, sin ser descortés y sin empujar a nadie, pero al parecer, Fabián no tenía los mismos deseos. Apenas analizó las intenciones del otro, se echó a caminar a ritmo rápido, fingiendo que necesitaba hacer una llamada.

“Las rosas”, “Los pinos”, “Los alerces”, pasajes que repetía en su mente mientras los dejaba atrás, hasta que se vio aturdido por el silencio y la desolación, notando que le había perdido el rastro a Fabián, quedándose sin opción que resignarse y guardar cualquier palabra que le hubiese querido decir.

Dejó caer todo el peso de su cuerpo en el pie izquierdo, llevando las manos a su desordenada cabellera para cerrar los ojos y dejar salir un suspiro bastante pesado, en un intento fallido de reemplazar la frustración por claridad. Ladeó la cabeza un par de veces a cada lado, deteniéndose a observar el mausoleo de Sara Braun, que se encontraba extrañamente abierto, sin personas que lo resguardaran de curiosos. Avanzó con lentitud, recorriendo con la mirada cada esquina de su campo visual, como si estuviese a punto de llevar a cabo el peor crimen de su vida. Arturo como siempre, exagerando todo en su mente.

Su sorpresa fue, cuándo encontró el mausoleo vacío. Cualquiera hubiese pensado, que era por una clase de limpieza, ritual, preparación o lo que fuese, pero lo que descubrió el incrédulo Arturo, le puso la piel de gallina: Arañazos. Desde la base de las paredes, hasta el techo. De distinto tamaño y profundidad, como si hubiesen encerrado a treinta personas allí, y les hubiesen abandonado, hasta que muriesen de hambre, frío o muerte a manos de ellos mismos.
Retrocedió de manera rápida fuera de ese cubículo infernal. Todo lo que pensaba en esos momentos parecía llevarle al tema de la muerte, lo que le hizo pensar que quizás todo era sugestión, por todo lo que la muerte de Amanda le estaba provocando en esos momentos.

Se quedó observando la estatua angelical entre esos cuatro árboles, sin duda obra de un artista bastante talentoso y bien pagado. Se hubiese ido de inmediato, si algo no le hubiese interrumpido, al chocar con su pie. Era una especie de tapa, pero no cualquier tapa, sino una de alcantarilla; mojada.

¿Qué hace eso allí?, se preguntó a sí mismo, en su mente y luego se apresuró a recorrer todo el lugar, casi rezando porque esta pista fuese suficiente para llevarle al final del misterio. Su corazón comenzó a palpitar fuertemente, al ver, justo allí en los pies de la estatua, un agujero negro, semejante a un túnel de caricatura, pero real.

“La curiosidad mató a gato”. —Dijo con ironía, casi como un susurro, para luego dejarse abrazar por la oscuridad, mientras que buscaba su teléfono, para al menos tener algo que le aclarase el panorama, puesto a que si no tenía su sentido esencial, la vista, sería como una gallina sin cabeza dentro de una botella, que olía bastante mal.  A medida que avanzaba, se sentía con algo de náuseas, pero lleno de adrenalina y curiosidad, que era lo que le daba el impulso para dar un paso, y luego otro más, y otro más.

Lo siguiente que vio, sólo le hizo arrepentirse de haber pensado que encontraría algo divertido. Era algo complejo, que su mente no alcanzaba a entender, debido a la abstracción de todo.

Una de las paredes del túnel. Pero no cualquier pared, sino una cubierta de fotografías. Fotografías de estudiantes y amigos, y alguno de ellos hasta hermanos, que habían compartido casi doce o trece años con Baker. Era su clase, su curso. Cada uno de ellos, o al menos los que alcanzó a contar —unos veinte o veinticinco muchachos—tachados con una “x”, como si los hubiesen estado exterminando.

Un ruido de agua goteando le hizo saltar del susto, y por consiguiente, caer su teléfono, apagando la linterna y dejándole en la oscuridad. Le parecía que había sido una pisada dentro de un charco, pero no alcanzó a distinguir, sólo deseaba que fuese su imaginación, ya que ahora mismo, la realidad, era mucho más aterradora que la ficción.

lunes, 6 de abril de 2015

"El mejor enemigo": Capítulo I.

Después de una semana sin igual el joven Baker estaba exhausto, pero no podía rendirse, no ahora que tenía que recorrer más de 2.500 kilómetros, para llegar a su tierra natal, tenía una mezcla indescriptible de sentimientos encontrados, había muerto la única mujer que él había amado de verdad, noticia que había cambiado su actitud para siempre, por primera vez en mucho tiempo había vuelto a sentir dolor por amor.

Pero ahora no podía pensar en eso, debía concentrarse en el camino, el tiempo estaba en su contra, el funeral de aquel primer amor seria en tres días y tenía un largo trecho por delante, así que decidió sólo centrarse en eso y acelerar su Harley a todo lo que diera el motor.

Viajó durante 48 horas sin parar mas que para poner gasolina, tomar café y engullir uno que otro tentempié, luego de recorrer los parajes más hermosos, las desiertas y extensas pampas típicas de la zona austral se dio cuenta de que ya estaba en la última frontera que tenía que pasar, ya había llegado a Magallanes solo quedaban uno cientos de kilómetros, que para él ya no eran nada, llegando a la ciudad se dio cuenta de cómo cambian las cosas en unos cuantos años, como la vida sigue para todos, vio que la carretera de entrada a la ciudad se había ensanchado y sintió cierto pesar por no haber vuelto antes, pasó por la avenida Costanera, donde se detuvo a contemplar el mar, disfrutar de una de esas maravillosas puestas de sol del fin del mundo, como a él le gustaba recordarlas,  lugar donde aprovechó de pensar en todo lo que estaba pasando.

Empezó a hacer un recorrido a lo largo de su alocada y poco común historia, nació en un barco inglés cuyo nombre ya no recordaba, cuando este estaba ingresando al estrecho de Magallanes, el  21 de diciembre del año 1990, poseía tres nacionalidades, por su lado paterno era inglés, por el materno español y nació en espacio soberano de Chile lo cual lo hacía, un joven con gustos de lo más diversos, odiaba la costumbre de tomar el té, además le desagradan las empanadas, por el otro lado de la moneda le gustaba el jamón ibérico y el whisky escocés, además detestaba los perfumes de mujer, porque le recordaban el oficio en que se desempeñó su madre durante su juventud en la península ibérica, por otra parte le encantaba le gustaba armar barcos en botellas, disciplina que le enseñó su padre en la infancia, llegó a la adolescencia y la recordó a ella, Amanda Campos, su primer y hasta la actualidad unico gran amor, fue de esos bellos romances juveniles, eran tal para cual, pero como la mayoría de las historias de amor había un tercero que lo arruino todo, pero para su pesar este tercero fue Fabián, su amigo del alma, prácticamente un hermano de otra madre, luego de eso se acabó la amistad y el joven Arturo decidio aventurarse a la vida universitaria de la capital, dejando todo atrás, entró a estudiar derecho y hasta el momento es con creces el mejor de la facultad, pero no fue fácil, tenía que vivir con un mínimo de dinero, que de a poco empezó a invertir en uno que otro negocio, negocios que muchas veces rozaban con la ilegalidad, pero que producían buen dinero, por otro lado siempre le gusto mantenerse en forma, desde joven se interesó en la calistenia, pero pese a su buen estado físico nunca se enfrentó físicamente a nadie, al llegar a la capital fue asaltado dos veces y no se defendió, no porque no supiese, sino porque se rehusaba a hacerle daño a alguien, cuando su situación se estabilizó, recobró el contacto con su madre que solía enviarle dinero de vez en cuando, el cual guardaba como un fondo de reserva.

Pero al recibir la noticia, él cambio, se aisló completamente, dejó de hablarle a sus amigos, ni se asomo por el gimnasio al que iba a menudo, se dejó la barba y compro una moto con el dinero de su fondo de reserva y cobrando uno que otro favor a sus conocidos en el ámbito de los negocios, sin duda ya no era el mismo Arturo, se había reabierto una herida que él creía cerrada, sin duda alguna le afectó el hecho de que hubiese fallecido la que fue el amor de su vida pero la gota que rebalsó el vaso fue el hecho de que quien le diese la noticia haya sido Fabian.

Volvió a la realidad cuando se percató de que las luces de la ciudad empezaron a prenderse, decidió ir a la casa de su madre, donde esperaba ser recibido para pasar las noches durante la que él esperaba fuese una corta estadía en la ciudad que lo vio crecer, encendió su Harley, sonido que lo reconfortaba y emprendió camino en dirección a la casa de su madre, luego de un trayecto de no más de diez minutos estaba fuera de la casa de su madre, estuvo un buen rato observando las luces, veía la luz de la cocina prendida pero no se atrevía a tocar el timbre, decidió ir a tomar algo en algún local del centro de la ciudad, esperando encontrar el valor que le faltaba en algún trago, recordó el S.H Bar, primer local que visitó con su padre, lugar donde probó su primer whisky.

Pocos minutos después ya estaba estacionando su moto al frente del bar, al entrar en él se sintió dentro de un bar del Reino Unido, aun después de varios años seguía viendo caras conocidas, caras con aire británico, otras con aire irlandés, hasta algunas con aire escocés, ese seguía siendo el punto de encuentro de la pequeña sociedad de inmigrantes provenientes del Reino Unido de Gran Bretaña. 

Se sentó en la mesa que solía ocupar su padre, se sentía extrañado ya que en el fondo él esperaba encontrarse con su padre, estaba algo desilusionado porque no estaba allí, le pidió a uno de los camareros que le trajese un Scotch Whisky, luego de beberse su trago acompañado de una pequeña porción de papas se preparaba para irse, a lo que siente cierto alboroto a sus espaldas, vio como un grandullón con facciones de irlandés y cuerpo de rugbista estaba acosando a una de las camareras, decidió interceder en favor de la joven, claro luego de ver los pros y los contras de la situación, sin duda alguna él sólo pretendía hacerle entender por las palabras a este sujeto que debía calmarse, el sujeto no tomó bien el que un don nadie lo interrumpiera, a lo que se paró frente a frente con Arturo, el sujeto le sacaba fácil una cabeza y media al joven Arturo, intentó darle un gancho derecho que Baker con una agilidad felina esquivo y como acto reflejo le respondió, dio en el mentón, y para la sorpresa de todos los presentes y aún más para él, noqueó al grandullón, los acompañantes de este se levantaron, sin duda sus intenciones no eran buenas, en un giro inesperado el dueño del bar viendo para donde iba la situación saca una escopeta que tenía guardada en la trastienda, a lo que dice —Si se meten con mi hijo, se meten conmigo— apuntando a uno de los acompañantes del grandullón, acto seguido, los amigotes del grandullón lo levantan con un gran esfuerzo y se retiran de mala gana y gritando improperios. El joven Baker no podía entender ese giro, que alguien interviniera por el o que ese alguien fuera su padre, que para mayor sorpresa aún era el actual dueño del bar, su padre le invitó otro trago y se sentó con él en la mesa en la que solía sentarse, cuando era cliente, hicieron un brindis, por la inesperada visita de Arturo, y conversaron de sus vidas, para ponerse al día, sin duda alguna lo que más llamó la atención de Arturo fue cuando su padre le contó la forma en como se había hecho dueño del bar, que el viejo Jack se lo haya dejado en su testamento era algo que nadie se esperaba, poco a poco Arturo se empezaba a sentir más cansado a lo cual su padre le ofrece que pase la noche o las que él desease con el, lo hizo pasar a la trastienda, donde estaba la casa, que estaba compuesta por un baño, una salita y dos habitaciones, le indico cual era la cama que él podía ocupar, Arturo se lo agradeció y le dio las buenas noches, luego se recostó en la cama, acto seguido, cayó rendido en los brazos de Morfeo.